sábado, 28 de agosto de 2010

Sobre verdad y mentira


Tanto que decir y todo sin embargo es TAN subjetivo.

Si bien la verdad no es única, al menos lo que uno pide del otro, del amante, del amigo, es que su verdad, esa que me cuenta a mí, sea siempre la misma. No es tanto pedir. Se trata de confianza, de entrega y sobre todo de consecuencia. Se trata de tener una línea, de andar derecho por la vida y de saber que los demás sí esperan mucho de ti.


Finalmente y a pesar de que uno trata de no tener expectativas, cuando uno quiere a alguien siempre espera a cambio algo real, algo limpio y sincero.

Y acá no se trata de cual verdad, la tuya o la mía, es mejor que la otra. Se trata de compartir esas ideas de verdad, esa ley de vida que aceptas como la mejor, la tuya.

Generalmente uno se empareja con quien comparte esos ideales de vida o al menos, tiene los mismos principios de base. Siento que los amigos también se escogen de esa manera sin que sea conciente. Es como cuando uno siente que “esta mina es de las mías”, “este gayo ta en las mismas que yo”.


En el fondo, las relaciones interpersonales llegan a concretarse y a mantenerse de manera sana sólo en la medida en que uno comparte estas ideas de base sobre la vida. Obviamente hay relaciones en las cuales no es necesario tener ese tipo de afinidad, como con los compañeros de pega o los vecinos de tu edificio….en ese caso se trata de saber convivir en armonía, de ser tolerantes. Lo mismo pasa con la familia. Son relaciones que ya están establecidas desde antes de tu existencia y en las cuales los lazos se sustentan en fuerzas distintas, ya no en la idea de afinidad, sino en uniones consanguíneas o de experiencias de vida compartidas.

Pero en el caso de las parejas o de los amigos uno puede escoger entre tantas personas, las que se adecuan a tu rollo personal, a tu “volá” de vida.


Frente a esto entonces me detengo a pensar en lo extrañas que son esas relaciones que, si bien se establecen voluntariamente, no parecen tener esos elementos comunes y unificadores que deberían tener aquellas relaciones que uno elige. Sobre todo, cuando se establecen relaciones que no se basan en la confianza o en los gustos en común.

En el caso de los gustos, está bien, uno puede ceder. Las amistades y las relaciones de pareja se complementan y son muchas veces más valiosas cuando hay vivencias distintas para compartir, cuando uno encuentra en lo diferente algo valioso e interesante.


En el caso de la confianza, ahí creo que no existen excepciones a la regla. Cualquier relación interpersonal que no se construya sobre la base de una confianza mutua y compartida – en donde aquellas verdades propias deben ser parecidas o al menos conversadas y desarrolladas desde un inicio- termina siendo insana y poco beneficiosa para ambos. Hasta en las relaciones laborales, si uno no confía en el jefe o al revés y aún más importante, si el jefe no confía en su equipo de trabajo, la cosa finalmente se convierte en un problema.


Cuando incluso instintiva e inconcientemente elegimos a un amigo, esa relación será duradera y valiosa en nuestras vidas en la medida en que ambos sepamos la verdad de cada cual y confiemos en que el otro va a actuar siempre conforme a esa verdad. Consecuencia y confianza creo que van de la mano y son fundamentales para una relación sana. Porque si mi amigo o mi pareja tiene gustos extraños o a veces incompatibles con los míos (pudiendo ser esto lógicamente algo problemático), cuando esa relación está construida y estructurada en función de la confianza en cada verdad y en la consecuencia de nuestros actos en función de nuestras verdades, la relación no tendría que desmoronarse sino que, por el contrario, se fortalecería y complementaría positivamente.


Cuando escucho a la gente decir que la otra persona “está equivocada”, o incluso, cuando yo misma hablo desde una objetividad que no existe y juzgo a los demás por sus actos, en general sucede que ese juicio está errado, ya sea porque hablo desde mi verdad o porque simplemente no entiendo ni tolero la verdad del otro.

En cambio, cuando uno enjuicia a los demás desde su misma verdad, argumentando falta de consecuencia, ese juicio sí es acertado y sincero, pues no se contradice con la verdad del otro ni deja salir mi verdad como juez.


Muchos de los malos entendidos o de las peleas de pareja tienen que ver con el problema del juicio valórico, desde dónde lo hacemos y bajo qué verdad juzgamos. Yo siento que la clave de todo esto radica en entender que no existe una única verdad o razón bajo la cual uno debe entender a los demás y a través de la cual uno intente establecer relaciones interpersonales.


Con esto entonces el problema de la mentira radicaría básicamente en la inconsecuencia, en la falta de sentido entre lo que hago y lo que digo y su relación con mi propia construcción de la verdad. La mentira, así como la verdad no sería entonces algo objetivo sino sólo una construcción similar pero inversa de nuestras verdades. Serían como una base de datos en dónde estaría la lista de mis verdades y su opuesto, la lista de mis mentiras.


Lo importante es tener en cuenta que existen muchas vivencias y construcciones propias de realidades distintas y que, si no somos capaces de 1) aceptar esas verdades como algo tan válido como mi verdad 2) actuar en consecuencia con lo que decimos es nuestra verdad y 3) compartir aquellas verdades de manera sincera y abierta con los demás, ninguna relación será valiosa, sana y perdurable.


Como siempre, el prisma desde donde miramos el mundo nos pone a prueba y nos hace trampas a veces muy difíciles de sortear y superar, como aquellas relaciones de amistad o de pareja en las que se construye todo un mundo común sin tener como base los tres puntos mencionados anteriormente. Aquellas relaciones pueden establecerse válidamente e incluso durar algunos años, pero cuando nuestras ideas de base sobre el mundo no son compartidas, cuando los valores integrados a esas realidades no son ideas unificadoras sino más bien distanciadoras, aquellas relaciones están destinadas al fracaso. O a la perpetua y muchas veces dilatada guerra de verdades, cuyo desenlace es inevitablemente difícil y doloroso sino para ambos, al menos para uno de los dos.



LA FOTO: Con mi amor, con quien intento día a día que se cumplan a cabalidad los tres puntos mencionados en el penúltimo párrafo. =)

1 comentario:

Christian E. Vergara Neumann dijo...

Hola Yermani

En realidad está muy interesante tu Blog, ya he leido bastante de lo que escribes y creo que tienes pasta para desenvolverte con mayor confianza en el ámbito.

Con respecto a este texto, comparto muchas de las ideas que pones, sin embargo no puedo del todo coincidir, cuando te refieres tan fuertemente al asunto de la consecuencia. Y es que creo que no hay problema con equivocarse, con enmendar rumbos, etc. En alemán hay un dicho que es "Bis zum bitteren Ende" que significaría algo así como "Hasta el fin aunque sea amargo". Antes estaría de acuerdo pero hoy, pienso cada vez mas que todo cuanto ayer hablamos, expusimos, peleamos, discutimos en verdad solo está ahí, en el pasado.

Espero que nos sigamos leyendo, yo por mi parte ya te incuí entre mis Blogs amigos. Asi que saludos y nos vemos en clases.