jueves, 13 de marzo de 2008

Carrera espacial???


A pesar del sufrimiento, ya me acostumbré.

A las nueve en punto me siento frente a la tele a ver las noticias.
Las del 13 generalmente, aunque muchos dicen que son “contra el gobierno”.

¿Debo estar a favor de él?

Sale Mauricio Hoffmann con su mejor pinta introduciéndonos a la primera gran noticia de la noche. La más importante o –muchas veces- sólo la más impactante, es decir, la que más podría vender.

Generalmente parten con política, aunque la verdad es que todo lo que se habla, tiene que ver con eso, directa o indirectamente. Sea cual sea el tema, casi siempre aparecen las opiniones de los políticos de moda. Últimamente parece que han intentado ser imparciales, y ponen a uno de izquierda y después a otro de derecha. El que dice que todo está bien, y el que es ciento por ciento negativo. Todos mentirosos.

El punto es que hoy me llamó la atención el tema del satélite “multipropósito” que nuestro súper país cuasi desarrollado quiere mandar al espacio.

Hoffmann aparece con cara de contento comentando que el satélite debería estar en órbita en marzo de 2010, y que su costo gira alrededor de los 70 millones de dólares.

70 millones de dólares. 30.342.472.565 pesos chilenos.

La nota sigue con la opinión de un experto en geografía (¿o era geología?) y un tipo de la Fach. El primero hablaba de los beneficios del satélite para detectar plagas y un sin número de reacciones y condiciones geomórficas. El segundo, de lo bueno que es para nuestro país el envío de este satélite, de sus múltiples usos –en agricultura, pesca, minería- y del papel de las Fuerzas Aéreas como supervisoras del nuevo juguetito.

Incluso apareció el rector de la Universidad Católica, Pedro Pablo “papa en la boca” Rosso, comentando que esa casa de estudios firmó un acuerdo para que el satélite se utilice en el río Toltén, una zona que podría ser beneficiada con este satélite “geoestacionario”, el cual informaría sobre las condiciones del terreno para el desarrollo del lugar. Un lugar que –según destacó el Canal 13- es habitado en precarias condiciones.

Claro, el famoso satélite va a ser de ayuda para acabar con la pobreza.
La pobreza. Esa es la palabra que te queda dando vueltas después de toda la parafernalia del satélite.

Y es en ese momento cuando uno empieza a hervir de rabia. O sea, la primera reacción es de risa. Pero risa irónica.

Porque nos venden en las noticias la pomada tecnológica, del adelanto, de la carrera espacial chilena, de nuestro país en vías de desarrollo, que lo único que quiere es parecerse a los países del norte, sin tener la humildad de mirar el valor de sus vecinos Latinoamericanos.

70 millones de dólares desperdiciados en la “imagen país”, puro marketing innecesario a través del cual Chile puede demostrar al mundo sus adelantos y avances.

¿Realmente no se darán cuenta de que el desarrollo tiene sus bases en la educación y la igualdad de oportunidades?

¿Serán tan bestialmente capaces, nuestros gobernantes de la Concertación, de hacer vista gorda a los problemas sociales de nuestro país para entretenerse con juguetitos tecnológicos que son una burla para toda la gente que votó por ellos?

¡Y más encima inventan ciertos beneficios del satélite para acabar con la pobreza! ¡Qué es eso!

Está bien, muchos pueden decirme que una cosa no tiene que ver con la otra. O que estoy exagerando. El punto está en que, si el gobierno se preocupara por los problemas reales de nuestra sociedad y les diera la absoluta prioridad a temas como la salud, la educación y la igualdad de oportunidades, nadie que viera el reportaje del famoso satélite reaccionaría así.

Porque quieren mantenernos cegados a que el país tiene una economía envidiable, o que somos más adelantados que nuestros vecinos.

Y la verdad, es que existe una masa crítica que está cada vez más despierta a lo que sucede en nuestro país. Jóvenes que no se conforman con la basura que dan por la tele, con las asquerosas mentiras que nos muestran en las noticias, con la cara sonriente de los falsos políticos interesados en la plata por sobre el bienestar de la ciudadanía que los votó en las urnas.


Cuando uno habla así, los demás –cegados a lo que está pasando- critican exceso de negatividad o incluso rebeldía.

Yo creo que hay tres opciones al respecto: ser conformistas y ciegos a la verdad que está explotando como cabritas recién hechas frente a nuestros ojos, sin querer ver; irse al Valle del Elqui y desconectarse de nuestras sociedades modernas o, por último, comenzar a ser una voz que quiere ser escuchada.


No podemos salir a las calles a protestar, porque es algo que no da resultados.

No podemos pensar en conversar con las autoridades, porque todos, absolutamente TODOS quienes están en el poder ya no tienen remedio y están poderosamente insertos en una dinámica político-económica nefasta para nuestra sociedad.

Lo que sí podemos hacer es conversar, discutir y expresar nuestra disconformidad, nuestra absoluta decepción por los poderes que nos gobiernan.


Porque si existe alguien, aunque sea una sola persona que se de el tiempo de leer esto, ya habré contribuido pequeñísimamente a que la realidad que se sigue ocultando, salga a la luz.


Si con esto logro que alguien le de una vuelta al asunto, me doy por satisfecha.

domingo, 2 de marzo de 2008


Viajé muchos kilómetros en auto.
Dormí en carpa, sentí frío y calor.
Comí milanesas y pizzas sin medirme.
Miré el cielo constantemente. Me sentí pequeña.
Dejé atrás mi verdad y escuché la de ellos.
Miré a los ojos y sonreí sinceramente.
Me emocioné con los niños y sus canciones.
Caminé mucho, incluso descalza.
Dormí y desperté con ganas.
Me cansé y no me importó.
Hablé de todo. Y con todos.
Nadé más que nunca.
Dejé que la lluvia me mojara por completo.
Me dejé sorprender.
Canté sin vergüenza e incluso compuse mi propia letra.
Me duché al aire libre. Y con agua fría.
Me enojé sólo tres veces.
Dejé atrás mi ansiedad y seguí su ritmo.
Puse a prueba mi paciencia.
Dejé que el sol quemara mi piel.
Anduve en bikini sin vergüenza.
Acepté regalos sin sentirme comprometida.
Les di las gracias de corazón.
Probé comidas que no me gustan.
Me sentí sola y libre.
También me sentí acompañada. Y querida.
Dejé que el viento me diera frío.
No sentí nostalgia.
Dejé de lado mis prejuicios.
Me enamoré de sus historias.
Los admiré.

Sentí que sí es posible.