domingo, 2 de marzo de 2008


Viajé muchos kilómetros en auto.
Dormí en carpa, sentí frío y calor.
Comí milanesas y pizzas sin medirme.
Miré el cielo constantemente. Me sentí pequeña.
Dejé atrás mi verdad y escuché la de ellos.
Miré a los ojos y sonreí sinceramente.
Me emocioné con los niños y sus canciones.
Caminé mucho, incluso descalza.
Dormí y desperté con ganas.
Me cansé y no me importó.
Hablé de todo. Y con todos.
Nadé más que nunca.
Dejé que la lluvia me mojara por completo.
Me dejé sorprender.
Canté sin vergüenza e incluso compuse mi propia letra.
Me duché al aire libre. Y con agua fría.
Me enojé sólo tres veces.
Dejé atrás mi ansiedad y seguí su ritmo.
Puse a prueba mi paciencia.
Dejé que el sol quemara mi piel.
Anduve en bikini sin vergüenza.
Acepté regalos sin sentirme comprometida.
Les di las gracias de corazón.
Probé comidas que no me gustan.
Me sentí sola y libre.
También me sentí acompañada. Y querida.
Dejé que el viento me diera frío.
No sentí nostalgia.
Dejé de lado mis prejuicios.
Me enamoré de sus historias.
Los admiré.

Sentí que sí es posible.

3 comentarios:

Pácimo dijo...

Hola Alejandra,
Para mí es increíble la red, de una manera puramente al azar encontré tu bitácora, e inmediatamente me sentí atraído por las fotografías y la aventura que Ustedes experimentaban, porque una vez, en los años sesenta con una amiga también hicimos un viaje por tren entre España y Portugal, y sentí nostalgia.
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En este reporte que haces al final de la jornada, de la manera más sucinta y poética presentas el recuento emocional de una experiencia que te hizo crecer espiritualmente alejándote por un momento de tu ámbito cotidiano. Todas estas aventuras son sumamente importantes, especialmente para los aspirantes a las letras. Al abandonar la comodidad del hogar paterno, nos vemos obligados a desarrollar estrategias personales para vivir, y es entonces cuando crecemos. Te aconsejo que vayas a estudiar a otro país, especialmente si tienes que aprender otro idioma.
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Felicidades,
Cayetano

Pácimo dijo...

Hola Alejandra,
Estuve comentando con amigos acerca de tu blog y de tu aventura; y de lo impresionante del recuento al final del viaje. A mí me ha impresionado tanto que se me ocurrió darle forma, un poquito diferente, porque podría ser algo espectacular. El tema es algo interesantísimo, yo lo veo como las aventuras que llegan en el momento preciso y sin darnos cuenta nos cambian fundamentalmente, y así vamos madurando. Espero que no te moleste mucho la osadía de ponerme a jugar con tu escrito, pero no me pude contener. Lo siento.
Felicidades,
Cayetano
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Viajé tanto
Me cansé sin quejarme
Y supe gozar del agua fría

Dormí sobre el pasto y sentí calor
Miré al cielo, me sentí pequeña
Y desperté con ganas

Nadé y descalza conocí la tierra
Comí y amé a mi medida
Soñé y callé la mente

Escuché a los niños
Sonreí sinceramente
Y fui sorprendida

Dejé la lluvia tocarme el alma.
Dejé el viento acariciarme toda
Dejé al sol quemarme entera

Puse a prueba la paciencia.
Comí de lo que no me gusta
Sin ansiedad seguí el ritmo

Caminé desnuda
Canté mis palabras
Y no tuve hastío

Me enojé tres veces
Me comí los prejuicios
Me enamoré de sus vidas

Me sentí sola y libre
Me sentí acompañada
Me sentí querida

No sentí nostalgia
Pero sentí que sí es posible
Y me doy las gracias a si misma

Daniel Blanco dijo...

De un modo dual, como todo en la vida, debo decir que este cúmulo de cosas diversas me produce, tanto al leer los textos tuyos mi amor, como los que dejan quienes los comentan, como pácimo, una profunda alegría/tristeza, pues ciertamente a través de internet y los nuevos y globalziados medios de comunicación podemos encntrarnos por todo el mundo y gozar de la fraternidad (que si existe, aunque no este de moda) entre los diversos habitantes y pueblos que pueblan nuestra vapuleada y desequilibrada superficie terrestre, y, sin embargo, tan profunda es la nostalgía y desesperan tantas fuerzas y motivaciones al ver que todo esto lo hacemos frente a un monitor, con nuestros dedos martillando el teclado, lejos el uno del otro, sin vernos las caras, ni escuchar nuestras voces, sin respirarnos, ni olernos; sin compartir en persona, tal vez esta misma noche todas aquellas ideas o pensamientos.

Somos muchos y estamos todos revueltos y confundidos. Pero cuanta belleza aflora junto a todo ese protervo plan globalizador. Cuanta belleza que nos conmueve implacablemente las entrañas para que creamos aun en el amor, en la fraternidad y la labor de ser mejores seres humanos.