sábado, 1 de agosto de 2009

Latinoamérica Esquizofrénica: Identidad, exclusión y modernización.

Hablar de nuestros países utilizando el concepto de “América Latina” puede parecer de inmediato, una forma homogenizadora de referirnos a un conjunto de naciones que son en sí mismas resultado de la hibridización de distintas culturas.

La generalización nos ayuda a reunir símiles, pero eso no significa que podamos homologar todas las partes. Sin embargo el intento por desarrollar la idea de lo moderno, de la “modernización” en Latinoamérica parece no contemplar las múltiples subdivisiones que componen esa América Latina.

Y si bien no tengo ni la capacidad teórica ni el tiempo suficiente para tratar el tema de la modernidad en cada uno de los países de nuestra América, sí me interesa comenzar con esta idea básica de que la instauración y posterior desarrollo de las supuestas sociedades “modernas” en Latinoamérica debe entenderse desde su propia y única realidad, contextualizando los procesos según la historia de los distintos pueblos.

Comienzo así este ensayo porque a mi parecer, el gran problema de muchos teóricos de las ciencias sociales al tratar de comprender y luego explicar la modernización en la región, es la recurrente generalización de los procesos y cambios. Si bien existen similitudes e hitos que se repiten en muchos de los países, la explicación última debe estar aferrada a la realidad y la historia de cada nación.

Dicho esto, me interesa presentar este ensayo como un intento por comprender que los procesos de modernización en Latinoamérica no pueden disociarse de los fenómenos de identidad –o falta de ella- y exclusión frente a los cuales nuestros países han tenido que construir una especie de “modernización superficial”, abarcando sólo ciertos aspectos de la vida, generándoles cierta esquizofrenia en donde –como expone Lechner- la identidad queda al margen de la construcción de lo moderno (entendido como un aquí y ahora, un presente continuo en donde todo vale ).
Latinoamérica esquizofrénica hace alusión a la idea de que los países Latinoamericanos se encuentran frente a la construcción de sociedades modernas en donde la disociación entre la historia, la identidad, y la estructura modernizadora impuesta genera profundas desarticulaciones a nivel social; y en donde la pérdida de sentido espacio-temporal que provoca la falta de proyectos, se encarga de desarticular el “yo”, al no existir la idea de un proyecto futuro hacia donde ir.


¿Identidad Latinoamericana?

Si desarrollo el concepto de identidad en base a mis planteamientos iniciales, de seguro estaría contradiciéndome. Sin embargo debo insistir en la idea de que existen ciertos componentes históricos que pueden darnos una idea generalizadora de la identidad latinoamericana, vista no como un todo homogéneo sino como la suma de las partes similares de una región heterogénea.

Latinoamérica era un continente desconocido, el “nuevo mundo” de una Europa que comenzó a definirse como moderna en base al descubrimiento de una tierra lejana, distinta y por supuesto, no moderna. Comenzar a entender, tanto el proceso de modernización como la formación de identidad latinoamericana desde este punto de partida, es una buena forma de comprender la dificultad en la modernización de nuestras sociedades.

“Si para otros pueblos la modernización fue el resultado de un lento proceso interno que hace eclosión con el surgimiento de nuevos grupos sociales y de nuevas cosmovisiones, para los países latinoamericanos se presenta más bien como una imperiosa necesidad de ajuste de su identidad ante el cambio producido en el equilibrio de fuerzas de las potencias europeas”

La modernización latinoamericana hace frente a la necesidad de nuevas formas de organización, en donde el tema de la identidad parece surgir como un problema. Ante la realidad histórica de nuestros países, colonias europeas en este nuevo territorio americano, es inevitable cuestionar la idea de identidad al saber que los países latinoamericanos están compuestos por sociedades y culturas profundamente híbridas.

La pregunta que surge es ¿cómo entonces construimos una identidad propia si desde los inicios del mundo moderno no somos más que una mezcla de identidades? más aún, ¿cómo podemos pensar nuestra identidad desde la marginalidad de quienes eran reales portadores de identidad propia latinoamericana?

La colonización por parte de las potencias europeas, si bien generó la homogenización de nuestras sociedades, no dejó de excluir al que era distinto. El indio fue evangelizado e insertado en el mundo occidental como “el otro”, pero ese “otro” marginal, portador de identidad propia, también fue llamado a formar parte de un todo -América Latina- sólo que su papel en la construcción de este nuevo mundo era el del distinto, el no-moderno al cual el moderno necesita recurrir para legitimarse.

Hablar de modernización en Latinoamérica implica entonces comprender que las raíces de los países latinoamericanos no son homogéneas sino que por el contrario, su identidad es la suma de componentes externos e internos, de historicidad. América Latina tiene una identidad difusa, que radica justamente en la multiplicidad de componentes, en la construcción mestiza y no-moderna de nuestras sociedades.

Frente a esta realidad, podemos preguntarnos ahora ¿cómo entendemos la modernización de sociedades cuyas identidades se construyeron desde un principio como una oposición a lo moderno? Latinoamérica nace como lo no-moderno. ¿Cómo querer convertir nuestras sociedades en algo que no son?


Modernización a medias

Todas aquellas preguntas antes formuladas no pueden ser respondidas sin comprender lo que se entiende por modernidad y modernización.

Existen numerosos autores que describen e intentan explicar la idea de lo moderno. En esta ocasión me referiré a lo moderno desde Marshal Berman, como la experiencia de vida en donde “todos los sólidos se desvanecen en el aire”. Más allá de una época histórica, la modernidad es una experiencia vital en donde lo que vale es el ahora, el presente continuo, donde toda posibilidad es posible. “Y precisamente porque todo es posible, cada posibilidad es efímera, consumida al instante” .

Frente a esto, la modernización vendría a ser el camino por el cual nuestras sociedades se enfrentan a esta nueva forma de entender la vida, el tiempo y el espacio. Modernización implicaría entonces el intento por ser modernos.

“América Latina intenta en esta nueva etapa universalizarse, participar activamente en la ecumene mundial, pero no desde la originalidad de su formación cultural, de su ethos, sino abstractamente, por sus índices de modernización construidos conforme a las pautas vigentes en el mundo desarrollado” . La modernización latinoamericana no parece ser posible si la pensamos de esta manera. Y la experiencia hasta hoy parece ser el mejor ejemplo.

Si bien las sociedades latinoamericanas viven actualmente bajo estructuras modernas en donde predomina el capitalismo, la cultura de masas, las hegemonías mediadas por sistemas de consenso y el interés corporativo de los empresarios , la experiencia de la desigualdad social, la pobreza y la marginalidad no nos permiten sentirnos realmente modernos.
Podríamos entender que el intento modernizador sólo a permeado las capas sociales que tienen acceso y/o participación en uno o más de aquellos pilares de la modernidad nombrados anteriormente. Podríamos decir entonces que la modernización y sus estructuras están hechas sólo para unos pocos.

Si es así, ¿cómo ser modernos si la base de nuestras sociedades, esa originalidad cultural de nuestros países está constituida por una identidad que nos remite a lo no-moderno, y que por lo mismo, queda excluida de los beneficios de la modernidad?

El pobre, el indio y el campesino viven en estructuras modernas, pero cumplen un papel secundario en esta construcción: ellos son “el otro, el no moderno” que intenta vivir bajo los parámetros que se le han impuesto, quedando finalmente desarticulados socialmente. Ante esto parece cierta la siguiente afirmación: “nos falta una teoría de la modernidad que reconozca la existencia de la diversidad” , de una heterogeneidad positiva y valiosa a la cual no se le atribuya el rol negativo que hoy ostenta.


La enfermedad bajo control

Finalmente, y en vista de la acción modernizadora en nuestros países, lo que vemos hoy no es más que una rápida y efectiva respuesta frente a la esquizofrenia latinoamericana. El remedio perfecto ante la pérdida de sentido.

Quienes dirigen nuestros países han sabido disfrazar el descontento social frente a la modernización “a medias” impuesta en nuestras sociedades con regalías y placebos. Las instituciones modernas “pueden aunar lo local con lo global (…) y al hacerlo así normalmente influyen en las vidas de muchos millones de seres humanos” .
Podemos acceder a mejor tecnología, comprar a crédito y viajar por el mundo a nuestro antojo. Incluso el pobre, el indio y el campesino pueden optar a algunos de esos beneficios. Tenemos “libertad” y nuestras sociedades son “democráticas”. El mundo parece funcionar bien. Es el espejismo moderno.

La mundialización del sistema y la globalización del conocimiento son finalmente los soportes de la modernidad. “Vivimos en una época de transnacionalización que abarca no solamente circuitos económicos, sino igualmente ideológicos; también el clima cultural se internacionaliza y los temas del debate europeo o norteamericano forman parte –aunque sólo sea una moda- de nuestra realidad” . Somos ciudadanos del mundo, pero, ¿qué tipo de ciudadanos?

Parece ser que nuestro rol en la construcción moderna de sociedad se limita sólo a recrear constantemente las ideas modernizadoras. “El proceso social es pensado exclusivamente desde el punto de vista de la funcionalidad de los elementos para el equilibrio del sistema” , racionalizando el mundo en extremo. Frente a esto, somos fichas de un ajedrez que se juega rápidamente, que vuelve a ordenar sus piezas una y otra vez, que se reproduce y se justifica en sí mismo.

Cabe pensar entonces que no existen formas de aunar la idea de desarrollo modernizador con el bienestar social real, que hoy es sólo utopía. La desigualdad, el gobierno de la mayoría (que es en realidad una minoría) y la exclusión del otro parecen ser condiciones intrínsecas del proceso modernizador en Latinoamérica. Un proceso que nos desorienta, nos despoja de sentidos y nos enfrenta a un futuro vertiginoso e incierto.




Bibliografía

• BERMAN, Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire. Ed. Siglo Veintiuno Editores, 2006.

• BRUNNER, José Joaquín. Cartografías de la modernidad. Ed. Dolmen, 1994.

• GIDDENS, Anthony. Consecuencias de la modernidad. Ed. Alianza Editorial, 1999.

• LECHNER, Norbert. Los patios interiores de la democracia. Subjetividad y Política. Ed. Fondo de cultura Económica, 1995.

• MORANDÉ, Pedro. Cultura y modernización en América Latina. Ed. Encuentro Ediciones, 1987.

7 comentarios:

Osama dijo...

lo complejo, más que nada, es considerar que el concepto de indentidad, en si, nace de una percepción europeo-occidental. ¿De qué manera podemos reconocer alguna identidad más intrínseca, más mestiza en el sentido integrador, considerando la historia prehispánica de más de 7.000 años de antigüedad?. Quizá esta voluntad se ve truncada por una misión del estado donde toda nuestra identidad se configura para ser la justificación de nuestras estructuras sociales. De la misma manera, ¿Realmente es el estado al cual se refería Focault? o ¿estamos más cerca de ese show de la política internacional donde- como lo planteaba el Sub. Marcos- el estado se va despojando de todas sus funciones, manteniendo solo la función represiva?. Esto se relacionaría directamente con la metáfora de las piezas de ajedrez: El mundo se configura según la utilidad de sus piezas...¿pero quienes mueven esas piezas?.
Me gustó mucho el trabajo ! :)

Anónimo dijo...

Ale:

Te pillé inspirada... me quedé pa'dentro. Deja leerlo con más detención mañana, y vuelvo para comentar; leí los primeros cinco párrafos, se ve que está interesante el escrito.

Nos vemos.

Anónimo dijo...

Llegamos tarde a la carrera de la globalización.

Iba a comentar más pero me pillo el reloj, me voi a la u.

Daniel Blanco dijo...

Transparente. Que buen ejercicio.

Tení que seguir haciéndote cabrona en el tema!!

Alejandro Surianu dijo...

Hola Ale que tal, muy bueno el texto, muy bien escrito.

Me pareció que el análisis está muy bien centrado con la realidad chilena y argentina. Aunque si estás hablando de Latinoamérica, me quedé esperando un poco sobre la experiencia indígena que viven países como Ecuador, Colombia, Nicaragua, Haití, Venezuela, México o incluso Bolivia.

Bueno eso… Como te dije, muchas veces he pasado por acá y nunca leí nada. Me gustó harto el estilo, pienso lo mismo que Shopenhauer cuando leía literatura germana.

Saludos.

Anónimo dijo...

Hola Ale, te recomiendo hostoria de la politica argentina de romero (padre), venimos de una extraña mezcla de germanos estructurados, arabes y nativos con hispanos, la corrupcion es algo genético en nosotros: soberbios, falsos, "chupacirios", egocentricos, caudillistas, "los hombres fuertes" nos facinan.
un abrazo Hernán.

Alejandra Yermany dijo...

Muchas gracias Hernán!